La universidad pública en Argentina ha sido clave en la formación de generaciones de profesionales y en el impulso de avances científicos y tecnológicos que contribuyen al crecimiento del país. Sin embargo, en tiempos de discursos que minimizan su valor, es crucial recordar su impacto como inversión social, no como un gasto.
“La estrategia es debilitar y corromper por dentro a la Argentina, destruir sus industrias, sus fuerzas armadas, fomentar divisiones internas apoyando a bandos de derecha e izquierda, atacar su cultura en todos los medios, imponer dirigentes políticos que respondan a nuestros intereses. No dejen que la Argentina se convierta en potencia. Arrastrará tras ella a toda América Latina.”
Winston Churchill primer ministro del Reino Unido, Yalta 1945.
La educación universitaria pública y gratuita ha sido uno de los pilares del progreso en Argentina. Lejos de ser una carga para el Estado, ha demostrado ser un motor clave de movilidad social ascendente, innovación y desarrollo científico.
Frente a las críticas recientes que provienen de sectores de la “nueva” derecha (nada nueva), que cuestionan el valor de lo público, es importante analizar los mitos que rodean a la educación superior gratuita y defender su importancia para el futuro del país.
La educación pública como factor de movilidad social ascendente.
La universidad pública es, sin duda, una de las herramientas más poderosas para la movilidad social ascendente. En un país donde la desigualdad económica sigue siendo un desafío, la posibilidad de que cualquier ciudadano acceda a una educación de calidad sin importar su situación económica es un logro que pocos países han alcanzado. A través de la universidad pública, generaciones de jóvenes han podido acceder a una formación profesional que no solo mejora su situación individual y por derivación familiar, sino que también contribuye al desarrollo del país.
En Argentina, figuras como René Favaloro, el médico que revolucionó la cardiología con la creación del bypass coronario, son un ejemplo de cómo el acceso a una educación pública de calidad puede producir aportes científicos de trascendencia mundial. Favaloro no solo fue un emblema de la medicina nacional, sino también un defensor de la educación pública, la cual le permitió alcanzar sus logros y poner a Argentina en el mapa de la medicina internacional.
Innovación y avances científicos
La educación pública no solo forma profesionales que hacen una diferencia en su entorno inmediato, sino que también impulsa avances en ciencia y tecnología que tienen impacto global. Instituciones como el CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) han sido fundamentales en el desarrollo de tecnología nuclear con fines pacíficos, situando a Argentina como uno de los pocos países del mundo en dominar este tipo de tecnología.
El desarrollo de la tecnología satelital, con el programa espacial de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), ha permitido que Argentina se destaque a nivel internacional en la observación de la Tierra desde el espacio. Estos logros no serían posibles sin el apoyo a la educación pública y a los institutos de investigación que dependen de ella.
En el campo de la medicina, además del bypass coronario de Favaloro, cabe mencionar avances como el primer bypass gástrico realizado en el país, técnica que también ha tenido un impacto positivo en la cirugía bariátrica a nivel mundial. Un sistema que genera impacto a nivel global.
La importancia de la universidad pública en Argentina no se limita a formar profesionales que contribuyen al país. Muchos de los graduados de las universidades argentinas se han destacado internacionalmente en distintos campos. Figuras como César Milstein, ganador del Premio Nobel de Medicina por sus descubrimientos sobre los anticuerpos monoclonales, y Luis Federico Leloir, también Nobel de Química, son producto de un sistema educativo que garantiza igualdad de oportunidades y excelencia académica.
A lo largo de la historia, Argentina ha sido reconocida por su capacidad para formar profesionales que dejan una huella significativa a nivel global. Esto es posible gracias a la apuesta continua por una educación pública gratuita que pone el conocimiento al alcance de todos.
La educación pública no es un gasto, es una inversión.
(Si usted cree que la educación es cara, pruebe con la ignorancia)
A menudo, desde sectores que promueven la privatización de los servicios públicos, se argumenta que el Estado no puede seguir sosteniendo la educación pública porque representa un “gasto” excesivo. Sin embargo, esta visión no toma en cuenta que la educación es una inversión que da frutos a mediano y largo plazo. Los países que han invertido en sus sistemas educativos, como Suecia, Finlandia o Canadá, gozan hoy de economías sólidas y sociedades más equitativas.
En cambio, los sistemas educativos privatizados, como el de Estados Unidos, imponen una carga financiera enorme sobre los estudiantes, creando una crisis de deuda que limita su capacidad económica durante años. En Argentina, la educación pública permite que los estudiantes no deban asumir deudas por su formación, lo que no solo es beneficioso para ellos, sino también para la economía, al fomentar el consumo y la movilidad social.
Por otra parte, en el marco de una economía globalizada los países más sólidos son aquellos que generan valor agregado a sus productos ¿cómo se hace eso? ¡Con conocimientos técnico – científicos!
¿Qué vale más en el intercambio: una tonelada de papas o un container lleno de microprocesadores?
El mito de los extranjeros que “vienen a estudiar gratis”
Otro de los mitos recurrentes es que los extranjeros que estudian en universidades argentinas lo hacen sin aportar nada al país. Esta afirmación no solo es incorrecta, sino que ignora el hecho de que todos esos estudiantes eligen radicarse en Argentina y, como cualquier ciudadano, contribuyen a la economía a través de su trabajo y el consumo de bienes y servicios.
En ese sentido es importante destacar que los extranjeros que estudian en Argentina consumen productos y servicios gravados por el Impuesto al Valor Agregado (IVA), que representa uno de los pilares de la recaudación fiscal del país (más del 90%). De este modo, su participación en la economía contribuye al financiamiento de la educación pública. Además, se incorporan al mercado laboral argentino, aportando su conocimiento y habilidades para el crecimiento económico del país.
Disquisición: Confusión entre socialismo, comunismo y estado de bienestar
Finalmente, es necesario aclarar una confusión común en los discursos de la nueva derecha, particularmente en la Argentina bajo el gobierno del presidente Javier Milei. En estos discursos, se tiende a etiquetar como “socialista” o “comunista” cualquier política que implique intervención estatal, como la educación pública. Esta simplificación no solo es errónea, sino que confunde conceptos que son esencialmente diferentes.
¿Confusión inocente?
El estado de bienestar es un modelo que busca garantizar ciertos derechos fundamentales, como la educación, la salud y la seguridad social, sin intervenir en la propiedad privada o en los mercados. Países como Suecia, Noruega y Dinamarca han demostrado que es posible combinar un estado de bienestar con una economía capitalista de mercado, logrando sociedades con alta calidad de vida y bajos niveles de desigualdad.
Si bien en muchos países de corte socialista la educación es pública, no significa que cualquier país que garantice la educación gratuita sea socialista. Confundir estos conceptos distorsiona el debate y reduce la discusión a categorías ideológicas simplistas que no reflejan la complejidad de las políticas públicas. La universidad pública en Argentina es, en todo caso, una herramienta de equidad y de crecimiento económico, y su defensa no implica la adopción de modelos políticos extremistas.
Conclusión.
La educación universitaria pública y gratuita en Argentina es un logro que debemos defender con firmeza. No solo es una puerta de entrada a la movilidad social, sino también un motor de innovación, progreso y justicia social. Desde las aulas de nuestras universidades públicas han surgido profesionales y científicos que han dejado una huella indeleble en el mundo, y que han contribuido al crecimiento del país.
La educación pública no es una carga, ni un gasto innecesario. Es una inversión en el futuro de nuestra nación, y como tal, debemos preservarla y fortalecerla para las generaciones venideras.