Eva Mieri y el desafío de gobernar sin despegarse del libreto

La designación de Eva Mieri como intendenta interina de Quilmes por los próximos dos años abre una etapa particular en la política local: una administración que deberá conducir el día a día del Municipio pero que, en su esencia, no buscará imprimir un sello propio, sino sostener y ejecutar sin ruidos el proyecto que Mayra Mendoza dejó diagramado antes de su partida a la Legislatura bonaerense. En términos de “rosca”, la ecuación es clara: la conducción sigue siendo de Mayra; la gestión, de Mieri.

Quilmes es hoy uno de los bastiones más importantes del peronismo en el Conurbano, y su estabilidad política interna resulta clave para el armado provincial. Con 14 de 24 bancas en el Concejo Deliberante, el oficialismo está holgado, sin riesgo de sobresaltos legislativos y sin necesidad de negociar con una oposición fragmentada. Esto le garantiza a Mieri una gobernabilidad casi quirúrgica: podrá ejecutar proyectos, aprobar ordenanzas y avanzar en la gestión sin obstáculos institucionales. Es una ventaja poco frecuente en tiempos de polarización y atomización política.

El Plan BiAnual 2025-2027 presentado por Mendoza días antes de dejar la intendencia no fue un gesto menor. Fue, en términos políticos, una hoja de ruta para ordenar la transición: las prioridades están fijadas, los compromisos de obra están anunciados y el rumbo ya fue trazado. Para un liderazgo político que sigue conduciendo desde otro rol, nada mejor que dejar atado el programa de acción. El mensaje interno es claro: no habrá improvisaciones. Y el mensaje externo, también: Quilmes es un territorio con continuidad programática.

El desafío de Mieri será justamente ese: ejecutar y preservar. No desviarse del camino trazado, garantizar que cada área cumpla con las metas planteadas y evitar ruidos innecesarios que puedan repercutir en la estrategia mayor del peronismo. No se le pedirá inventiva, sino prolijidad; no creatividad, sino disciplina. La construcción política quedará en manos de Mendoza, que desde la Legislatura seguirá operando como referencia obligada dentro del peronismo local y regional.

Pero hay un dato no menor: Mieri ingresa a esta etapa con un nivel de visibilidad pública superior al habitual para un cuadro que, hasta hace poco, se movía con bajo perfil. Su episodio de confrontación pública con José Luis Espert la catapultó al escenario mediático nacional, aunque no necesariamente bajo el tipo de notoriedad que un espacio político desea para quien deberá administrar un Municipio por dos años. La orden implícita será bajar el tono, apagar cualquier foco de conflicto que no sea estrictamente institucional y evitar que el ruido mediático eclipse la gestión. Mieri deberá mostrar una versión más institucional, menos combativa y más alineada con el rol que le toca desempeñar.

El peronismo quilmeño, además, está ante una misión que excede los límites del Municipio: recomponer, ordenar y unificar. No sólo en Quilmes, sino en la Provincia y, si la ambición acompaña, en el país. Para aspirar a competir con chances dentro de dos años, necesitarán cohesión interna y una narrativa clara que supere los cortocircuitos del último ciclo electoral. Mieri será una pieza importante en ese tablero: si logra mantener estabilidad, cumplir el plan de gestión y evitar sobresaltos, Quilmes se mantendrá como un activo ordenado dentro del espacio. Si, por el contrario, se permite distracciones o conflictos innecesarios, se convertirá en una carga.

Lo que viene, entonces, no será un mandato clásico. Será un interinato con forma de continuidad, una administración pensada para transitar sin turbulencias y con un rol decisivo en la ingeniería política del peronismo. Eva Mieri no gobernará para dejar su marca, sino para sostener la de quienes conducen el proyecto. Y en la rosca —que siempre es un ajedrez paralelo al institucional— a veces ese rol, silencioso y estratégico, es más importante que el cargo mismo.